viernes, 30 de mayo de 2025

¡EL IDOLO TRABAJO PARA TODOS!

 

Si parte de tu defensa de una estructura y organización que sustente a la sociedad y sus posibilidades de vida es la excesiva preocupación por el pleno empleo o la "profesionalización" de una clase trabajadora (¿aun existente en qué etapa?), desde mi punto de vista estarías en un posicionamiento tan corto de miras como la postura asistencialista. Comunistas más astutos se han tomado más en serio la idea de un ingreso universal. Lo relevante es que cambiaría de fondo toda la dinámica productiva a partir de las posibilidades técnicas actuales. Respecto a las políticas asistencialistas dentro del capitalismo puedes ver enlaces con el futuro o bien enlaces con etapas del pasado de contextos de escasez para justificar la escasez actual a favor de sabe qué supuesta congruencia teórica. Es tu elección.

Al menos en la primera etapa de una sociedad comunista (o como le quieras llamar a cualquier tipo de sociedad post-capitalista que no sea irracional), el Estado no solo debería ser “empleador total” bajo el supuesto de que, seguramente por un tiempo, algo de labor de cada ser humano en las condiciones de hacerlo será necesario para sustentar la totalidad de la sociedad humana (e incluso otras especies), sino que el Estado (o la concretización de la organización social que le sustituya) deberá convertirse en distribuidor de recursos más allá de lo que “se gane” cada quien con su trabajo aportado. Ya Marx criticaba la tontería de “producto integro del trabajo”: ¿y qué pasa con quienes no pueden trabajar? Se preguntó…

Teniendo en cuenta lo anterior, está claro que los programas o apoyos sociales del capitalismo bienestarista idealmente tendrían que ser sustituidos por una verdadera socialización racional de la riqueza social y natural. Pero no deberían ser sustituidos por una política de “trabajo, trabajo y trabajo para todos”. Para mí esto hace rato que simplemente dejó de ser negociable. Y voy más lejos: tampoco creo que así se deban sustituir los programas sociales incluso antes de la revolución, es decir, en el estado actual de cosas. Tampoco creo que sería una buena idea “sustituirlos” a razón de una infraestructura y servicios públicos de calidad. Las dos cosas deberían más bien complementarse. Si el problema actual respecto a los apoyos, en contraste con una verdadera socialización de la riqueza, es un problema contable por la prioridad de generar infraestructura socializada (con lo que estoy en total acuerdo), antes de hacer tus cálculos cuestiónate si no se te está colando en tus consideraciones el cadáver trabajo y cuestiónate por qué debería ser un criterio incluso en el momento actual. Si tal señalamiento del problema contable es una take con intenciones de hacer explotar cabezas de ingenuos, pregúntate si mejor no quisieras apuntar a cabezas más rellenas, o bien si no sería mejor hacer buenos cálculos y dejar de sacrificar las pocas herramientas de la clase trabajadora. Tampoco es una cuestión de congruencia. Si lo que se busca señalar es que el gobierno o partido que propone, defiende u ofrece los apoyos sociales no es ni revolucionario ni anti-capitalista, se puede hacer perfectamente sin renunciar al apoyo. En otras palabras ¿por qué tendrían que pagar los trabajadores al sacrificar un avance por otro, así el segundo sea más significativo? Además, la solución que apunta a una verdadera socialización de la riqueza respecto a una medida a todas luces provisional mantiene una contradicción entre una solución de largo alcance con un contexto contable inmediato. Es decir, obvia que, si es un problema contable, es porque las condiciones de esa socialización de la riqueza no están dadas. Al menos respecto al problema de pensiones, este se basa en un modelo de trabajo formal y en condiciones muy específicas, cuando gran parte de la clase trabajadora se encuentra en la informalidad. Muchas otras modalidades se basan en un ahorro personal que la mayoría no se puede costear. Esto no es solamente para los “planes para el retiro” individuales que venden bancos y casas de bolsa, sino de ciertas modalidades de las propias instituciones públicas para los trabajadores. La realidad es que muchos adultos mayores solo cuentan con dicho apoyo. La cantidad del aporte está bastante lejos de lo que sería suficiente, y el problema se debería solucionar a nivel de leyes, pero el presupuesto no daría más que sacrificando a la gran mayoría de los viejos trabajadores informales, pero también formales. Precisamente porque se trata de un problema contable, no se puede buscar una solución similar a la del gobierno reformista, a saber, acomodar el presupuesto existente viendo de qué manera se le da lo insuficiente al trabajador: o con una escuela de calidad que no soluciona las carencias fuera de ellas o con aporte directo que no soluciona las carencias de la escuela, o con una jubilación precaria universal o con una digna pero limitada a pocos, etc. Carajo, más audaces son los reformistas que se les ocurre una nueva política fiscal. ¿Será que ellos ya renunciaron a sacrificar a la especie al ídolo Trabajo y nosotros no? ¿Dejaremos que parezcan más astutos? Para el resto de los apoyos el problema es similar. Lo que no está presente en la crítica del “mecanismo de contención” de los apoyos es que si no se tiene presupuesto es debido a que, en lo superficial, no se le cobra impuestos suficientes a las grandes riquezas y, a nivel profundo, que el sistema de producción genera esta desigualdad y este poder de la oligarquía sobre la distribución. Con todo, esto tampoco sería un buen argumento para el rechazo de los apoyos. Primero porque, aunque sea insuficiente, no quiere decir que no mejore las vidas de los trabajadores en el corto plazo. Insisto, en todo caso se debería procurar el presupuesto para ambos tipos de distribución de riqueza. Y, en segundo lugar y a largo plazo, tengo la sospecha de que incluso si lográramos cambiar el sistema productivo, este tipo de aporte seguirá siendo necesario.

Así la socialización de los recursos tome la forma de servicios universales de calidad, o infraestructura socializada, está claro que de alguna forma se tendrá que procurar la propiedad personal (que no privada) de cada quién mediante otro tipo de mecanismo. En Crítica al Programa de Gotha Marx ya habla de que durante algún tiempo se tendrá que mantener algo parecido al salario. Este problema se volverá más relevante conforme la automatización y la producción racional libere cada vez más a los seres humanos de labores de este tipo, hasta alcanzar un aporte de labor mínimo que sería más bien formativo y de descubrimiento de intereses y pasiones. No podemos cometer una vez más el error de pensar que la revolución obrera significa atarse a la función obrera del sistema que se supone queremos superar. Si incluso suponiendo este trabajo general Marx ya daba argumentos contra la “justa” repartición del “fruto” del trabajo, ¿por qué mantenerse atados a ideas similares? Conforme la lógica del salario vaya siendo dejada atrás, algo muy parecido a un ingreso universal (si quieren lo bautizan de otra forma para que no salga el listo en turno a llamarle propuesta neoliberal) será cada vez más una medida que se debe tomar en cuenta.

Esto me lleva al problema que significa que muchos comunistas sientan que es ensucian si hablan de estas cuestiones administrativas y financieras. O que se ensucian si se atreven a ver las pequeñas conquistas como espacios de posibilidades. Recuerdo que una de las razones de Marx y otros intelectuales para apoyar la reducción de la jornada laboral, una lucha actual en aquel momento (como en el nuestro) y nacida desde los obreros organizados, era que los proletarios tendrían más tiempo para hacer la revolución. Y esto sería tan cierto si la reducción laboral se le hubiera ocurrido también a Slim o a Milton Friedman. De forma similar me parece que tenemos que pensar la cuestión de los apoyos sociales en los términos actuales de la civilización. Si tuviera que hacer un experimento mental de elecciones radicales en contextos límite, prefiero que existan muchos desempleados con un apoyo que les dé suficiente para formarse, tener algo de ocio y tiempo de organizarse, a que existan muchos obreros ocupados en una política de pleno empleo completamente limitados a su función de obrero ¿qué es lo que realmente hace resistir al sistema? Criticar los apoyos directos porque es un mecanismo parecido a lo propuesto por algunas ideas de políticas “públicas” neoliberales sería tan absurdo como aquellos que defienden que el aumento del salario mínimo fue gracias a que muchos empresarios abogaban por él o que la disminución de la jornada es neoliberal porque Slim propone algo parecido. Es algo muy cercano, en todo caso, a una falacia genética. Alguien se podría sentir muy agudo al sospechar que la reducción de la jornada serviría más bien para salvar al sistema, para dar un respiro al obrero, pero también al sistema productivo, porque gracias a esa concesión el obrero no explotaría en una revolución. Esto dependerá de la verdadera confianza que se tenga del obrero y de sus posibilidades de transformar el sistema. Incluso si nos tomáramos en serio la discusión de lo que posibilitaría al obrero a estar dispuesto a la revolución, probablemente las concesiones como la reducción de jornada o los apoyos sociales no estarán entre las cosas más relevantes, sino una serie de mecanismos ideológicos y de reproducción de los valores del capitalismo. Históricamente la lucha obrera no ha considerado estas concesiones como simples mecanismos de contención, porque sabían que no eran ni ciegos ni torpes. También sabían que no estaban colonizados mentalmente a ese nivel. Y creo que los capitalistas también lo saben, creo que a estas alturas tienen mejores y más sutiles mecanismos de control, pero ese tema da para otra ocasión.

Si le dedico tantas palabras a esta cuestión no es porque me interese principalmente defender la lógica provisional e insuficiente de los apoyos sociales. Es porque en los argumentos que muchos comunistas esgrimen contra estas políticas encuentro supuestos que creo que le hacen daño a un movimiento revolucionario seguir arrastrando. Tampoco entiendo la urgencia que tienen por “superarlos” cuando el sistema productivo está lejos de ser cambiado ¿Se trata solamente de un desplante para hacer ver su radicalidad? ¿A beneficio de qué? Me parece además sintomático de una izquierda en general que confunde la pureza o congruencia con una torpeza práctica. Esto es casi una cuestión de tradición, un sentimentalismo que no nos podemos dar el lujo de cargar sobre nuestras espaldas. Sé que no podemos decir mucho en términos positivos de la sociedad del futuro, bajo riesgo de que la racionalidad actual sabotee el cambio (si lográramos imaginar algo radicalmente distinto significa que no es realmente diferente, etc). Sin embargo, creo que hay preguntas que merecen ser respondidas para el día después del posible acontecimiento revolucionario. Podría alguien pensar que ya tenemos esas respuestas a partir de otras experiencias revolucionarias. Solo hace falta ver la historia para sospechar que lo único que sabemos sobre esas respuestas es que fueron las equivocadas. Para algunos comunistas nostálgicos esto aún es escandaloso, porque piensan que sería igual a no reconocer los logros que sí tuvieron otras revoluciones, como si hubiera una contradicción existencial ahí. No se me hace el mejor camino para ser vanguardia.

Muchas preguntas surgen en mi cabeza. Después de la revolución: ¿Se va a requerir una política monetaria? ¿Cuál sería? ¿Bajo qué fundamentos? ¿Los ejemplos que tenemos a la mano han funcionado? ¿La superación de la sociedad de mercado implicaría la desaparición de todo tipo de intercambio o equivalencia mercantil? ¿En qué términos se daría si se conservara algún tipo de intercambio? ¿Se regresaría al trueque? ¿Sería un sistema de vales? ¿Necesitaremos un equivalente general?

Estoy seguro de que muchos camaradas tienen y han tenido respuestas a estas cuestiones. Me recuerda mi interés por leer a más economistas duros y más economistas marxistas con algo de creatividad… es decir, que autores muertos no aplasten sus cabezas, que no confundan la explicación de la sociedad actual bajo la perspectiva del trabajo con la propuesta de soluciones de la sociedad del futuro bajo la misma lógica del trabajo, cayendo en la trampa destinal de la repetición. La realidad del descubrimiento de la lógica actual no debería convertirse en la realidad inexorable de una lógica eterna.

- Santiago Juárez Salazar

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