Si
parte de tu defensa de una estructura y organización que sustente a la sociedad
y sus posibilidades de vida es la excesiva preocupación por el pleno empleo o
la "profesionalización" de una clase trabajadora (¿aun existente en
qué etapa?), desde mi punto de vista estarías en un posicionamiento tan corto
de miras como la postura asistencialista. Comunistas más astutos se han tomado
más en serio la idea de un ingreso universal. Lo relevante es que cambiaría de
fondo toda la dinámica productiva a partir de las posibilidades técnicas
actuales. Respecto a las políticas asistencialistas dentro del capitalismo puedes
ver enlaces con el futuro o bien enlaces con etapas del pasado de contextos de
escasez para justificar la escasez actual a favor de sabe qué supuesta
congruencia teórica. Es tu elección.
Al
menos en la primera etapa de una sociedad comunista (o como le quieras llamar a
cualquier tipo de sociedad post-capitalista que no sea irracional), el Estado
no solo debería ser “empleador total” bajo el supuesto de que, seguramente por
un tiempo, algo de labor de cada ser humano en las condiciones de hacerlo será
necesario para sustentar la totalidad de la sociedad humana (e incluso otras
especies), sino que el Estado (o la concretización de la organización social
que le sustituya) deberá convertirse en distribuidor de recursos más allá de lo
que “se gane” cada quien con su trabajo aportado. Ya Marx criticaba la tontería
de “producto integro del trabajo”: ¿y qué pasa con quienes no pueden trabajar? Se
preguntó…
Teniendo
en cuenta lo anterior, está claro que los programas o apoyos sociales del
capitalismo bienestarista idealmente tendrían que ser sustituidos por una
verdadera socialización racional de la riqueza social y natural. Pero no
deberían ser sustituidos por una política de “trabajo, trabajo y trabajo para
todos”. Para mí esto hace rato que simplemente dejó de ser negociable. Y voy
más lejos: tampoco creo que así se deban sustituir los programas sociales
incluso antes de la revolución, es decir, en el estado actual de cosas. Tampoco
creo que sería una buena idea “sustituirlos” a razón de una infraestructura y
servicios públicos de calidad. Las dos cosas deberían más bien complementarse. Si
el problema actual respecto a los apoyos, en contraste con una verdadera
socialización de la riqueza, es un problema contable por la prioridad de generar
infraestructura socializada (con lo que estoy en total acuerdo), antes de hacer
tus cálculos cuestiónate si no se te está colando en tus consideraciones el cadáver
trabajo y cuestiónate por qué debería ser un criterio incluso en el momento
actual. Si tal señalamiento del problema contable es una take con
intenciones de hacer explotar cabezas de ingenuos, pregúntate si mejor
no quisieras apuntar a cabezas más rellenas, o bien si no sería mejor hacer
buenos cálculos y dejar de sacrificar las pocas herramientas de la clase trabajadora.
Tampoco es una cuestión de congruencia. Si lo que se busca señalar es que el
gobierno o partido que propone, defiende u ofrece los apoyos sociales no es ni revolucionario
ni anti-capitalista, se puede hacer perfectamente sin renunciar al apoyo. En
otras palabras ¿por qué tendrían que pagar los trabajadores al sacrificar un avance
por otro, así el segundo sea más significativo? Además, la solución que apunta
a una verdadera socialización de la riqueza respecto a una medida a
todas luces provisional mantiene una contradicción entre una solución de largo
alcance con un contexto contable inmediato. Es decir, obvia que, si es un
problema contable, es porque las condiciones de esa socialización de la riqueza
no están dadas. Al menos respecto al problema de pensiones, este se basa en un
modelo de trabajo formal y en condiciones muy específicas, cuando gran parte de
la clase trabajadora se encuentra en la informalidad. Muchas otras modalidades
se basan en un ahorro personal que la mayoría no se puede costear. Esto no es
solamente para los “planes para el retiro” individuales que venden bancos y
casas de bolsa, sino de ciertas modalidades de las propias instituciones públicas
para los trabajadores. La realidad es que muchos adultos mayores solo cuentan
con dicho apoyo. La cantidad del aporte está bastante lejos de lo que sería
suficiente, y el problema se debería solucionar a nivel de leyes, pero el
presupuesto no daría más que sacrificando a la gran mayoría de los viejos trabajadores
informales, pero también formales. Precisamente porque se trata de un problema
contable, no se puede buscar una solución similar a la del gobierno reformista,
a saber, acomodar el presupuesto existente viendo de qué manera se le da lo
insuficiente al trabajador: o con una escuela de calidad que no soluciona las
carencias fuera de ellas o con aporte directo que no soluciona las carencias de
la escuela, o con una jubilación precaria universal o con una digna pero
limitada a pocos, etc. Carajo, más audaces son los reformistas que se les
ocurre una nueva política fiscal. ¿Será que ellos ya renunciaron a sacrificar a
la especie al ídolo Trabajo y nosotros no? ¿Dejaremos que parezcan más astutos?
Para el resto de los apoyos el problema es similar. Lo que no está presente en
la crítica del “mecanismo de contención” de los apoyos es que si no se tiene
presupuesto es debido a que, en lo superficial, no se le cobra impuestos suficientes
a las grandes riquezas y, a nivel profundo, que el sistema de producción genera
esta desigualdad y este poder de la oligarquía sobre la distribución. Con todo,
esto tampoco sería un buen argumento para el rechazo de los apoyos. Primero porque,
aunque sea insuficiente, no quiere decir que no mejore las vidas de los
trabajadores en el corto plazo. Insisto, en todo caso se debería procurar el
presupuesto para ambos tipos de distribución de riqueza. Y, en segundo lugar y
a largo plazo, tengo la sospecha de que incluso si lográramos cambiar el
sistema productivo, este tipo de aporte seguirá siendo necesario.
Así
la socialización de los recursos tome la forma de servicios universales de
calidad, o infraestructura socializada, está claro que de alguna
forma se tendrá que procurar la propiedad personal (que no privada) de cada
quién mediante otro tipo de mecanismo. En Crítica al Programa de Gotha
Marx ya habla de que durante algún tiempo se tendrá que mantener algo parecido
al salario. Este problema se volverá más relevante conforme la automatización y
la producción racional libere cada vez más a los seres humanos de labores de
este tipo, hasta alcanzar un aporte de labor mínimo que sería más bien
formativo y de descubrimiento de intereses y pasiones. No podemos cometer una
vez más el error de pensar que la revolución obrera significa atarse a la función
obrera del sistema que se supone queremos superar. Si incluso suponiendo
este trabajo general Marx ya daba argumentos contra la “justa” repartición del “fruto”
del trabajo, ¿por qué mantenerse atados a ideas similares? Conforme la lógica
del salario vaya siendo dejada atrás, algo muy parecido a un ingreso universal
(si quieren lo bautizan de otra forma para que no salga el listo en turno a
llamarle propuesta neoliberal) será cada vez más una medida que se debe tomar
en cuenta.
Esto
me lleva al problema que significa que muchos comunistas sientan que es
ensucian si hablan de estas cuestiones administrativas y financieras. O que se
ensucian si se atreven a ver las pequeñas conquistas como espacios de
posibilidades. Recuerdo que una de las razones de Marx y otros intelectuales
para apoyar la reducción de la jornada laboral, una lucha actual en aquel
momento (como en el nuestro) y nacida desde los obreros organizados, era que los
proletarios tendrían más tiempo para hacer la revolución. Y esto sería tan
cierto si la reducción laboral se le hubiera ocurrido también a Slim o a Milton
Friedman. De forma similar me parece que tenemos que pensar la cuestión de los
apoyos sociales en los términos actuales de la civilización. Si tuviera que
hacer un experimento mental de elecciones radicales en contextos límite, prefiero
que existan muchos desempleados con un apoyo que les dé suficiente para
formarse, tener algo de ocio y tiempo de organizarse, a que existan muchos
obreros ocupados en una política de pleno empleo completamente limitados a su
función de obrero ¿qué es lo que realmente hace resistir al sistema? Criticar los
apoyos directos porque es un mecanismo parecido a lo propuesto por algunas
ideas de políticas “públicas” neoliberales sería tan absurdo como aquellos que
defienden que el aumento del salario mínimo fue gracias a que muchos empresarios
abogaban por él o que la disminución de la jornada es neoliberal porque Slim
propone algo parecido. Es algo muy cercano, en todo caso, a una falacia genética.
Alguien se podría sentir muy agudo al sospechar que la reducción de la jornada
serviría más bien para salvar al sistema, para dar un respiro al obrero, pero
también al sistema productivo, porque gracias a esa concesión el obrero no
explotaría en una revolución. Esto dependerá de la verdadera confianza que se
tenga del obrero y de sus posibilidades de transformar el sistema. Incluso si nos
tomáramos en serio la discusión de lo que posibilitaría al obrero a estar dispuesto
a la revolución, probablemente las concesiones como la reducción de jornada o
los apoyos sociales no estarán entre las cosas más relevantes, sino una serie
de mecanismos ideológicos y de reproducción de los valores del capitalismo. Históricamente
la lucha obrera no ha considerado estas concesiones como simples mecanismos de
contención, porque sabían que no eran ni ciegos ni torpes. También sabían que
no estaban colonizados mentalmente a ese nivel. Y creo que los capitalistas
también lo saben, creo que a estas alturas tienen mejores y más sutiles
mecanismos de control, pero ese tema da para otra ocasión.
Si
le dedico tantas palabras a esta cuestión no es porque me interese
principalmente defender la lógica provisional e insuficiente de los apoyos
sociales. Es porque en los argumentos que muchos comunistas esgrimen contra
estas políticas encuentro supuestos que creo que le hacen daño a un movimiento
revolucionario seguir arrastrando. Tampoco entiendo la urgencia que tienen por “superarlos”
cuando el sistema productivo está lejos de ser cambiado ¿Se trata solamente de
un desplante para hacer ver su radicalidad? ¿A beneficio de qué? Me parece
además sintomático de una izquierda en general que confunde la pureza o
congruencia con una torpeza práctica. Esto es casi una cuestión de tradición,
un sentimentalismo que no nos podemos dar el lujo de cargar sobre nuestras
espaldas. Sé que no podemos decir mucho en términos positivos de la sociedad
del futuro, bajo riesgo de que la racionalidad actual sabotee el cambio (si lográramos
imaginar algo radicalmente distinto significa que no es realmente diferente,
etc). Sin embargo, creo que hay preguntas que merecen ser respondidas para el
día después del posible acontecimiento revolucionario. Podría alguien pensar
que ya tenemos esas respuestas a partir de otras experiencias revolucionarias.
Solo hace falta ver la historia para sospechar que lo único que sabemos sobre
esas respuestas es que fueron las equivocadas. Para algunos comunistas nostálgicos
esto aún es escandaloso, porque piensan que sería igual a no reconocer los
logros que sí tuvieron otras revoluciones, como si hubiera una contradicción
existencial ahí. No se me hace el mejor camino para ser vanguardia.
Muchas
preguntas surgen en mi cabeza. Después de la revolución: ¿Se va a requerir una
política monetaria? ¿Cuál sería? ¿Bajo qué fundamentos? ¿Los ejemplos que
tenemos a la mano han funcionado? ¿La superación de la sociedad de mercado
implicaría la desaparición de todo tipo de intercambio o equivalencia mercantil?
¿En qué términos se daría si se conservara algún tipo de intercambio? ¿Se regresaría
al trueque? ¿Sería un sistema de vales? ¿Necesitaremos un equivalente general?
Estoy
seguro de que muchos camaradas tienen y han tenido respuestas a estas
cuestiones. Me recuerda mi interés por leer a más economistas duros y más
economistas marxistas con algo de creatividad… es decir, que autores muertos no
aplasten sus cabezas, que no confundan la explicación de la sociedad actual
bajo la perspectiva del trabajo con la propuesta de soluciones de la sociedad
del futuro bajo la misma lógica del trabajo, cayendo en la trampa destinal de
la repetición. La realidad del descubrimiento de la lógica actual no debería
convertirse en la realidad inexorable de una lógica eterna.
- Santiago Juárez Salazar