domingo, 1 de septiembre de 2019

Comentario a Once Upon a Time in Hollywood - Reseña







Al salir del cine me sentí inclinado por la interpretación de que Tarantino hacía una revisión quizás crítica de su propuesta. Pero se trata de todo lo contrario. Once Upon a Time in Hollywood es ciertamente una película nostálgica, que decide mirar al pasar de los años dorados del cine y de una carrera y, sin embargo, la nostalgia no lleva a la revisión, sino a la reafirmación. Hay un final feliz, eso es cierto. Pero es la violencia tarantinesca la que salva el día, la que nos da la posibilidad de un final tranquilizador.

Ya son 50 años desde Woodstock, desde el verano del 69 que recordamos como una época optimista, llena de cambios que, por ser algunos violentos, no eran menos esperanzadores. No había duda que había un verano del amor, de las drogas, de lo lúdico. El sueño americano era ahora un sueño sexual, un sueño en donde el placer y el trabajo se relacionaban: el placer sólo era posible si el capital circulaba. Así, la esfera de lo privado y lo público se reacomodaban. Primero con las mujeres saliendo de la esfera doméstica, luego, con el trabajo asalariado y el emprendimiento entrando al hogar. Esto se mostraba en el refinamiento casi dandinesco pero cotidiano de las estrellas norteamericanas y su esfera cultural. Su manera recreativa de hacer negocios. También en la mansión Playboy -en donde Sharon Tate y otras estrellas bailaban despreocupadas, con los prejuicios sacudidos y una mentalidad y moral abiertas- como la síntesis de la ingenuidad política de ese optimismo. En medio de la revolución, del hippismo y de esa ilusión pacífica y progresista, había algunas cosas siniestras que se encontraban latentes. Podemos hablar de las Panteras Negras, la represión a los movimientos estudiantiles o simplemente concentrarnos en el aspecto más incómodo como La Familia Manson.

Los crímenes de La Familia podían ser el evento que irrumpiera y rompiera ese velo. Pero Tarantino decide re-velarlo, re-ocultarlo. Y es que ya tenemos durante toda la película la visión pesimista de Rick Dalton, interpretado por DiCaprio. Ya no hacía falta el toque amargo real. Durante toda la película, nos muestran a Sharon Tate como ejemplo de ese relajamiento e ingenuidad de la época, como la parte más banal y frívola de la fama. Tarantino, en cambio, se encuentra actualmente en la misma situación que Rick Dalton. Ve con recelo y escepticismo a una industria del cine en la que su propuesta parece ya no tener un lugar tan importante. Probablemente el cambio de nuestra época deja a la violencia de su cine como algo que para muchos espectadores ya no es tan atractivo. Desde su punto de vista, hay un peligro latente que nadie ha visto, quizás porque estamos ocupados viendo los problemas reales y no reciclando recuerdos melancólicos. A lo mejor él apuesta por también velarlos en esta época.

Con todo, encontramos un fantasma del común de sus películas. Si Rick Dalton es Tarantino, Cliff es el espíritu de su cine, lo que le ha hecho leyenda. Su Doble en todos los sentidos de la palabra. Él es el doble que salva en todo momento el día a una personalidad protagónica pero frágil. Parece que permanece oculto, perdido en el set de grabación, pero es el sostén de una estrella. Forma parte del intertexto que hace brotar al cine a la esfera de la realidad. Durante toda la película se transgrede esta división. Así es como Tarantino logra hacernos creer, por un momento, que el guión de la película que protagoniza Rick Dalton se ha mezclado y se ha vuelto indistinguible de la película que nosotros vemos. Pero esta ilusión se rompe cuando Rick olvida sus líneas. Por la misma razón, Rick llora al hablar de la novela que está leyendo, que de alguna forma es un guión desafortunado para su vida.

Y este entrometimiento mutuo entre el cine y la realidad continúa hasta el final del film. Después de todo, es la propuesta de la película mostrar un hecho histórico filtrado por la visión de un cineasta. De esta manera Cliff, como espíritu del cine tarantinesco, salva el día contra el intento del crimen de La Familia. Pero existe también una reafirmación de Tarantino como director por medio de Rick Dalton. Y esto no se da solamente con el último fragmento violento de la película, sino con el desenlace del enfrentamiento. Rick hace surgir en la realidad a un objeto salido del mundo del cine, un objeto de esos que Tarantino sabe mitologizar en el transcurso de sus películas. Saca un poderoso lanza llamas usado en uno de sus films y es el punto culmen de un desenlace que nos regresa al cine de Tarantino después de muchos minutos de tranquilidad.

El director quemará la realidad hasta que quede crujiente. Así que tenemos que analizar cómo es la re-interpretación de esa realidad desde sus ojos y que es plasmada en su última creación: Los crímenes de La Familia Manson no son un producto extremo de un descontento social que carcome a la época y que hace surgir todo aquello que desagrada a Rick (Tarantino). Decide mejor poner como motivo una actitud moralina: “asesinemos a quienes nos han enseñado asesinar por medio del cine”. ¿Será que Tarantino atribuye a estas acusaciones moralinas los cambios de enfoque que analizan desde una crítica política a la industria del cine? ¿Será que se sentirá aludido?

Y la respuesta con la que confronta estas acusaciones es la reafirmación de su violencia. Decide que el ganador sea su manera de hacer cine. Cliff, es decir, su propuesta creativa, salva la noche en un viaje de ácido y él, por su parte, pone el fuego en la cima del pastel. Así es como Rick por fin se hará amigo de sus vecinos, el matrimonio Polanski, que se encuentra sano y a salvo. Puede que actúe en la siguiente película del aclamado director, el anhelo que nos deja ver al inicio de la película. En otras palabras, una luz de esperanza con la que Tarantino se reconcilia con la industria del cine. El final feliz que él anhela y por el cual está dispuesto a borrar la realidad y colocar su fantasía por arriba.  

01 – 09 – 2019

Santiago Juárez Salazar





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lunes, 15 de julio de 2019

Reseña Stranger Things 3: El comunismo, el consumismo y el inconsciente de Billy.






Panorama:

Por fin Stranger Things hace explícito el verdadero gran monstruo de su historia. La primera secuencia de esta tercera temporada nos saluda con nada menos que el temido monstruo comunista. Por supuesto, una serie que sigue todos los clichés y lugares comunes, como la de los hermanos Duffer, no puede quedarse atrás en este sentido. Nos muestra un par de generales rusos fríos, violentos y despiadados que intentan tener contacto con la otra dimensión en un desesperado, tonto y poco ético intento de ganar la guerra fría. Ninguna sorpresa.
Desde las anteriores temporadas, estaba claro que la nostalgia a la década de los ochenta tendría que ir acompañada irremadiablemente por el terror a la Rusia comunista, uno de los posibles temores que eran representados en las monstruosidades de la serie.

Está claro que son el enemigo de la libertad. Probablemente es mejor decir que son los enemigos del libre mercado y del consumismo patente en toda la temporada y que llega a grados penosos. Literalmente la conversación entre dos protagonistas llegó a parecer un comercial de refresco de cola. La generación actual de directores y productores tuvo su infancia o su juventud en los ochenta, y dejan ver lo que J.J. Abrams ya dejaba ver desde Super 8: Que son una bola de nostálgicos de su infancia, que aún necesitan el gran relato de la guerra fría y la idealización de aquella época.
En ese sentido, al igual que la política a nivel mundial (con especiales tintes en USA), el cine y el entretenimiento sufren un regreso al pasado. Es decir, esta serie desde el momento en que, al igual que muchas otras, apelan a la nostalgia, tiene toda la vena de ser conservadora.
Ya lo decía desde la primera temporada. Todo el discurso de ST trata de cómo los personajes intentan conservar el status quo. Es, en pocas palabras, una serie de propaganda Neo-con.



Descripción: 

Desde el primer episodio nos muestran las diversas situaciones amorosas de la mayoría de los personajes. Pero el caso de Once y Mike es especial, pues nos muestra también los celos del padre por su hija a quien tiene que proteger todo el tiempo, incluso con medidas coercitivas contra Mike. Esto es un desarrollo muy natural en la relación de Once con su padre a partir de lo visto en la anterior temporada, en donde la sobre protección de la mujer por parte de la figura paterna ya daba lugar a tensiones concretas.

Los niños ahora son adolescentes y los adolescentes ahora son jóvenes adultos. Los primeros se encuentran con aquello que la misma serie de Netflix invita a ignorar: las cosas ya no pueden ser como antes. Los segundos se enfrentan con la falta de oportunidades  entre el estudio y el empleo en un pequeño pueblo. Nancy, por su parte, se enfrenta a los estereotipos machistas que aún no terminaban de ser abolidos en algunos sectores laborales por aquellas épocas. También encontramos integraciones como el personaje de Robin, quien termina siendo, por cierto, uno de los pocos aciertos de la nueva temporada, así como otros personajes hechos al molde de los convencionalismos de villanos rusos ochenteros.



En general, todo el pequeño pueblo sufre las consecuencias de un monstruo interno que ha infectado las democracias occidentales en la década de los 80´s, pero que prefieren ignorar a razón del virtual peligro comunista. Un nuevo centro comercial presenta la agresiva competencia en el comercio interno, haciendo quebrar y cerrar los pequeños negocios de las familias locales. El crecimiento capitalista des-centra. El centro del pueblo tradicional se desmorona. Pero el monstruo en casa es el último en ser visto. Las monstruosidades de la otra dimensión, en cambio, regresan. O en otras palabras, estas últimas son producto de la incapacidad de hablar directamente de las crisis reales.

El dilema amoroso de Mike y Once con respecto a los celos de su padre, nos lleva a una situación que nos regala una de las escenas más ilustrativas de la temporada. Once, despechada, asiste con su nueva amiga por primera vez a un centro comercial y se maravilla con todas las posibilidades de consumo que son ofrecidas al individuo. Su amiga lo deja aún más claro cuando le explica que lo único que tiene que hacer es probarse ropa hasta que encuentre algo que vaya consigo misma. El descubrimiento individual adolescente toma forma en tanto que sujetos de consumo.

Pero ¿qué forma toma ahora la monstruosidad o, como ahora le llaman, el Desuellamentes? Una mezcla entre uno de los tópicos clásicos de lo siniestro que es el del doble y alguna especie de zoombies o, quizás, ocupantes. Estos cuerpos ocupados sacan sus pulsiones agresivas más elementales, pero de esta referencia a la agresiva naturaleza humana hablaré más adelante.

Desde la temporada anterior, nos habían mostrado como el Desuellamentes era el centro mental de una colmena. La monstruosidad ahora toma a los individuos de una manera más sutil que como lo hizo con Will en la temporada anterior. Ahora una sola conciencia controla a varios individuos para poder llevar a cabo sus planes. ¿Será que estamos hablando, en los tres últimos párrafos, de la contraposición entre el individualismo capitalista y el comunismo de los “rusos malos”?

Cuando hablé de la segunda entrega de esta serie, me refería a esa otra dimensión como aquél otro lado que mostraba el fondo del mundo, la realidad oscura detrás de la fachada. En esta tercera entrega al fin es bautizada por los protagonistas como: The Upside Down. Pero también hablé de cómo esa realidad oscura nos habitaba. Will, en la anterior temporada y desde este punto de vista, no era poseído por el Desuellamentes, sino que lo dejaba salir.
Esta hipótesis es ahora reafirmada en la escena más interesante de ST 3. Once logra establecer contacto con un poseído Billy. La consciencia de este último se encuentra atrapada, mientras que su cuerpo es dominado por la mente enjambre. ¿Cómo logra Once encontrar, desde la psique de Billy, el punto central en donde el Desuellamentes se está reorganizando y manipulando el enjambre? Primero ella encuentra un recuerdo de la infancia de Billy con su madre en una playa asoleada, parece un recuerdo feliz. Pronto el mar, en su bastedad sobrecogedora, deja ver una ominosa tormenta. Los recuerdos de Billy que tienen lugar en la playa que recorre Once, se tornan más y más oscuros hasta el punto de convertirse en claros traumas. Cuanto más devastador es el trauma, más se adentra a la tormenta con la que, desde la segunda temporada, es representado el siniestro Upside Down. El centro de esa oscuridad, el Desuellamentes, se encuentra en el centro de lo reprimido por Billy. A eso se debe su agresividad: a los asuntos no arreglados con su infancia.






Conclusión:

Salvo la buena integración de personajes como Robin, algunas escenas y el lógico desarrollo de la mitología de Stranger Things, no hay mucho más que rescatar. A lo mejor decir que, a diferencia de la tendencia actual, lo políticamente correcto no está puesto con calzador. La integración de grupos minoritarios es orgánica y el tema del empoderamiento femenino está bien fundamentado en el argumento principal y el contexto histórico.
Por desgracia, lo demás es una trama dividida y el enemigo de una de esas tramas es una risible e improbable conspiración rusa bajo el suelo de un pueblo norteamericano. Tiene que ser debajo del centro comercial, porque si eso está destruyendo la economía local, tiene que ser por culpa de los comunistas, claro. ¿Cómo llegaron todo ese equipamiento, militares y científicos sin que nadie se percatara? Una tomadura de pelo al igual que los diversos deus ex machina predecibles en los puntos de mayor tensión. La serie se enfrenta sin duda alguna a un declive. Esperemos que el éxito de la serie no deje ciegos a los que llevan las decisiones en Netflix y no la alarguen más de lo necesario. Deberían dejar a la “idílica” década de los 80’s en paz de una vez por todas.



Santiago Juárez


Lee mis otros dos artículos sobre Stranger Things:

Stranger Things1:

Stranger Things 2: