Estamos acostumbrados a ver historias en donde al final se puede
observar un cambio sustancial con respecto al inicio. No es el caso de esta
serie de Netflix. Todo termina prácticamente de la misma forma en que empezó.
Se nos plantea un concepto
ochentero, lo que ocasionó el amor incondicional de muchas personas por la
serie. De los 60’s a los 80’s son décadas en donde se desarrolló el rompimiento
de la moral tradicional con los nuevos valores liberales, otra manera de decir
que la postmodernidad toma su fuerza hasta devenir en la sociedad del consumo y
el espectáculo en su máximo esplendor Pop de los ochenta. Por otra parte, es
normal que muchas series de suspenso o con temas relacionados al terror o lo
sobre-natural, se desarrollen en zonas “rurales” de los Estados Unidos. Pequeños
pueblos con zonas boscosas, lugares tranquilos, en donde un suceso crítico
revela o pone en evidencia las cosas oscuras y despreciables que se ocultan en
esa aparente armonía (piénsese en Twin Peaks o Bates Motel). Esto es porque es
lo más parecido que tenemos para remitirnos a esa dualidad del feudo y el
bosque en la edad media. En dónde lo desconocido, lo que sobrepasa al
entendimiento humano, atormenta a los buenos aldeanos.
Pero el pequeño pueblo
americano es también un lugar tradicionalista y conservador. La propia armonía
que se cree vivir en el lugar, hace que los pobladores se escandalicen con
facilidad. Nos podríamos ver tentados a plantearnos la siguiente pregunta: Bajo
todos estos términos, ¿qué representa ese monstruo proveniente de otra
dimensión? Pero eso nos llevaría a respuestas ambiguas. El monstruo es tan sólo
el motivo por el cual se devela la realidad en el pueblo, el motivo de una
crisis. La pregunta interesante sería: ¿Cómo se enfrentarán o cómo reaccionarán
a esa realidad los personajes?
“Aquí
en la ciudad la gente es más real”. Esas son las palabras de
uno de los personajes con respecto a su opinión de la pequeña población en
donde se desarrolla la historia. Probablemente, podemos recordar el cinismo y
el libertinaje de las ciudades, que de alguna manera dan pie a que los deseos
de las personas se satisfagan de manera más libre; la vida de entretenimiento
en la ciudad y los vastos horrores que hay entre sus numerosas calles. La
restringida y prohibitiva moral del pueblo, tiene la función de falsa fachada.
Fachada que se rompe con la aparición de la monstruosidad de lo real.
Por poner ejemplos más
claros, no es hasta el periodo de alerta, preocupación y terror, que los padres
se dan cuenta de la poca comunicación con sus hijos, o que los distintos
personajes se enfrentan a los problemas con sus padres, o que la chica modelo
se cuestiona sobre su papel, sus aspiraciones y deseos; es el momento en que el
policía revive el trauma de la pérdida de su hija, etc. Es importante rescatar
que la crisis en los pueblos tranquilos siempre viene de un extranjero, de un
visitante - la familia Bates en Bates Motel, el agente Dale Cooper en Twin
Peaks; en este caso, es una niña salida de un laboratorio cercano, pero que no
forma parte de la comunidad. El extranjero es siempre quien pone el acento en
la crisis de enfrentarse al “otro”. A nivel narrativo, esto nos da la
perspectiva de alguien ajeno que descubre el pueblo más allá de su fachada.
Pero debe ser también alguien ajeno quien rompa el cerco que conserva el
pueblo.
La desesperación por matar
al monstruo, la cual deriva en la desaparición de la niña (otro, que se
disfraza para adaptarse), es igual al deseo que tienen los habitantes por que
todo regrese a la “normalidad”. Y ese es efectivamente el final. Todo está
exactamente igual que como inició la temporada. Los amigos y las familias
vuelven a reunirse, como la pareja modelo. El policía sigue en su vida
solitaria, los niños abusadores siguen odiando a los protagonistas, el chico
raro sigue en su nivel de denigrado y solitario, la familia pobre sigue siendo
pobre... Lo logran, todo regresa a la normalidad. El control moralizante y
tradicional, que da la aparente armonía al lugar, triunfa por sobre la crisis.
Así que a la pregunta de “¿qué representa el monstruo?” se le puede dar variadas
respuestas, todas las respuestas. Todo aquello que venga de fuera del pueblo
(de los muros del feudo, en ese bosque donde reina la naturaleza
incomprensible, Satanás y las brujas), en todos los niveles posibles. No es
sólo el miedo al ambiente citadino, o al inmigrante, ni a los problemas
sociales que vuelven inverosímil a la moralidad del ciudadano tradicional
americano, es la defensa conservadora y la incertidumbre a todo lo exterior y/o
diferente.
No obstante, lo mejor de
todo, es que logran hacer que el final de la serie sea más pesimista de lo que
ya es por todo lo anterior mencionado (por supuesto, se supone, desde esa
lógica, que el regreso a la “normalidad” debe ser el final feliz). Los
obstáculos que tenían algunos personajes para cumplir con el status quo, desaparecen. Ya no está esa
amiga que hacía limitarse a Nancy, ni la niña que pudiera sacar de su soledad
al niño que sólo tiene su imaginación y sus amigos. El muchacho modelo, ya no
tiene a esos compañeros desastrosos que le impedían ser todo un “caballero”. Es
aquí que encontramos varías ambigüedades de ese status quo: El chico denigrado pasa a ser objeto de lastima, se le
devuelve su cámara fotográfica. Lo anterior es una acción que pretende elevar a
nivel moral más alto a la pareja modelo, en donde su relación con el marginado
es de patética culpabilidad y caridad. Otro ejemplo, es el de esa amiga de
Nancy, que ya no pone obstáculos en la conciencia. Para que ese seguimiento de
las formas del amor cortés y la pareja exitosa se lleve a cabo, se requiere de
una traición de ese mismo sistema de valores. Necesitamos que se suspenda nuestra
buena conciencia por un momento. El seguimiento de esas formas no surge, al
final, de la bondad, sino de la conveniencia y el consenso. Al final, después
del monstruo, ese status quo, con
todo y su hipocresía, se afirma con mayor fuerza.
Irónicamente, el momento que
es un poco más esperanzador, es aquel en el que el niño escupe una babosa,
producto de su experiencia traumática anterior. Señal de que el suceso de
crisis nunca se olvidará y siempre puede volver a causar incomodidad. O guiño
de una segunda temporada que dé continuidad a la misma historia… uno nunca
sabe.
Si nos queremos divertir un
poco más, podemos extenderlo a la situación mundial actual, y específicamente a
la situación de Estados Unidos. Los monstruos de las crisis económicas, morales
y humanitarias, ocasionan una reafirmación de la moral conservadora. La
ultraderecha en Francia y USA, o los gobiernos centralistas de Rusia y Turquía,
son reafirmaciones de regresar a esos viejos tiempos en donde las cosas “normales”
eran normales y son también síntoma de esa melancolía porque “antes todo era mejor”. Por eso un
socialista, decidido a terminar con los cárteles bancarios, como Sanders, no
iba a ganar la candidatura de su partido. Así que lo dejaron a la suerte de dos
candidatos tradicionales (aunque muchos piensen que Trump es un caso
“rarísimo”).
Por último, es interesante
analizar la inversión de aquello que se encuentra en el misterioso bosque afuera
del pueblo. No es, como en el caso de la edad media, la siniestra y ominosa
naturaleza, o el diablo, o las brujas y la magia negra. Es un laboratorio
experimental en plena guerra fría, lo cual deja aun más en evidencia el
trasfondo conservador de la serie. La ciencia como productora de mal es un
tópico recurrente en el cine y la literatura, pero no es otra cosa que el miedo
latente y notable en las zonas más conservadoras de Estados Unidos al evolucionismo o la explicación racional
del origen del universo, por mencionar algunos ejemplos. No es coincidencia que
los discursos ecologistas se tornen cada vez más de un trasfondo ideológico
conservador. Entendiendo a la naturaleza como un todo armónico, incluso
teleológico, en contraposición con el avance técnico y científico. Esto
contrasta con la satanización de la naturaleza en la edad media y con el mismo
discurso de los significantes del bosque y lo desconocido.